Cartel luminoso de dos manos dándose un apretón.

No hay proyecto sin equipo

NATI SOROA

El trabajo en equipo es la columna vertebral de todo proyecto. Porque trabajar a la par de otros enriquece las ideas y las cabezas se complementan. Nuestro proyecto nunca hubiese sido posible sin que participara cada una de nosotras, las piezas clave del puzzle.

El trabajo recorrió diversas áreas. Desde la investigación, el análisis, la redacción, la producción de nuestras ideas,  hasta su ejecución. La diversidad de nuestras personalidades fue la perfecta combinación para saber qué tarea le pertenecía a quién, aunque fue difícil saber por dónde empezar. Cada una, según su manera de pensar, de hacer las cosas, con su carácter y su terreno seguro, nos permitió alcanzar procesos de trabajo positivos y eficientes.

La planificación colectiva fue una de las claves para llegar a realizar las tareas en tiempo y forma. Cada planificación nos sirvió para ubicarnos en la misma página. Estar todas al día no fue un tema menor. Nuestra herramienta fundamental fue el calendario, mientras que respetarlo y revisarlo fueron nuestras leyes para que las cosas sucedan y que todas persigamos la misma meta.

El dinamismo: nuestro aliado. Todos los elementos tenían tal grado de conexión entre ellos que era imposible llevar a cabo una acción independiente. Nuestra forma de trabajo siempre fue en sinergia una con la otra. Además, se vio una fuerte presencia de lo que llamamos en el grupo “la energía salvadora”: aquella que, en momentos de cansancio y malhumor tras horas de trabajo, funcionó para motivarnos y sentirnos seguras frente a cualquier ola que se cruzó en el camino.

El pilar fundamental que salvó y salvará siempre el trabajo en equipo: la empatía. Ponerse en el lugar de la otra y estar dispuesta a ayudar es algo que debimos practicar en todo momento. Lograr unirnos fue lo que disminuyó los conflictos que, si en algún momento existieron, fueron enfrentados de forma positiva, con una buena comunicación y con la oportunidad de todas de participar en las decisiones que debíamos tomar.

Por último, cada reunión fue importante no solo por el trabajo, sino por algo más. Fueron momentos en que construimos amistad y disfrutamos del trabajo. Escribimos, tiramos ideas y armamos cada etapa entre recreos de risas que nos ayudaron a seguir adelante. Además de un equipo de trabajo, nos volvimos amigas que se juntan a trabajar, y es en eso que marcamos la diferencia.

Los coffee breaks que terminaban en conversaciones profundas y momentos de risa excesiva fueron también parte de nuestro proceso, en los que recargamos nuestras energías, y disfrutamos en conjunto.