Lápiz.

Sí, sí, nos recibimos en pandemia

Sofi Supervielle

Parece difícil contar o reflexionar sobre algo sucedido durante 2020 o 2021 sin que la pandemia del COVID-19 se cuele en la conversación. Sin duda es algo que marcó, no solo nuestra manera de realizar el proyecto final, que duró diez meses pero por momentos dio la sensación de ser eterno, sino nuestros dos últimos años de carrera. Sí, salvo este último semestre del 2021, hacía tiempo que no nos sentábamos en una clase a escuchar a un profesor, a dar un parcial con lapicera y papel, un oral frente a la clase o vernos entre todos, cada día de la semana. Hace tiempo que no caen las 9:50 de la mañana y bajamos a la cantina a comprar galletitas y un café para tomar en el recreo, en la vereda o el pastito de la entrada.

Al principio fue raro y triste, pero mentiría si dijera que no nos acostumbramos y hasta nos gustó la nueva modalidad, que nos permitió ser más productivas, dividir mejor el tiempo entre trabajo y universidad, y nos dio flexibilidad. Una modalidad que, en mi opinión, se iba a instalar dentro de no mucho tiempo. Pero sin duda confirmamos que vernos cada tanto era imprescindible para mantenernos motivadas, para disfrutar y para organizarnos mejor. El encuentro presencial se volvió más preciado que antes, creo, y se revalorizó.

Seguro ya existen millones de artículos y reflexiones sobre lo que es trabajar o estudiar durante la pandemia. Pero esta habla sobre la realización de nuestro proyecto final de carrera y no es uno cualquiera. Porque somos un grupo de diez mujeres, de Uruguay, todas muy distintas, que no nos conocíamos entre todas y nos anotamos a finales del 2020 a esta tesis con el objetivo de recibirnos de licenciadas en comunicación  (y si usted está leyendo esto en la web, es porque ya lo logramos), algo en lo que la pandemia no fue ningún impedimento. Tuvimos esa suerte.

La cantidad de videollamadas es incontable y la suma de minutos de todas mucho más. El momento de presentar el proyecto final en un mismo salón, pero cada una conectada a Zoom por su cuenta y el cliente del otro lado de la pantalla fue surrealista, sí. Pero igual nos pusimos nerviosas, ansiosas, tensas y al final alegres por haber salvado. Las juntadas en persona se podrían contar, pero la cantidad de cafés tomados y de empanadas o croquetas cenadas juntas no. Hubo muchas risas y algunos llantos, enojos, estrés y anécdotas que hasta el día de hoy nos hacen llorar de risa. Igual que en cualquier otra tesis, con o sin pandemia.

De estos diez meses de tesis nos llevamos recuerdos divertidos, con personas que hace diez meses quizá no conocíamos, o a algunas solo de cara. Nos llevamos el recuerdo de estar a las cuatro de la mañana en un supermercado en El Pinar, abierto solo para nosotras, para grabar un video para una de las ideas creativas. Nos llevamos el recuerdo de juntadas, dudosamente sanas pero características de proyectos finales, de días o noches enteras citando con las normas APA y consultando sus reglas en la biblioteca. Juntadas largas en cafés tirando ideas para la solución creativa y llamando al equipo entero en la noche para compartirla. Nos llevamos el recuerdo de correr varias cuadras con la tesis impresa en mano, para llegar a entregarla a tiempo, con un esguince en el camino. Nos llevamos el aprendizaje de equilibrar la vida laboral con la del estudio y el habernos hecho más amigas de la tecnología. Si bien somos (o en algunos casos casi) nativas digitales, nunca estuvimos tan inmersas en la tecnología como en estos meses. Entendimos que esta es una herramienta todavía más clave de lo que pensábamos. Gracias a ella, nos pudimos recibir en la pandemia.